Son materiales las éticas que fijan un bien supremo para el ser humano como criterio de bondad o maldad de su conducta; por tanto, los actos serán buenos cuando nos acerquen a la consecución de tal bien, y malos cuando nos alejen de él. En toda ética material podemos encontrar la noción de que hay bienes, cosas buenas para el hombre.
Las distintas éticas materiales determinan cuál es el bien supremo o fin último del ser humano. Una vez establecido el bien supremo, la ética establece una normas para alcanzarlo. La ética material es una ética que tiene contenido.
Kant rechazó las éticas materiales porque presentaban las siguientes deficiencias:
La ética formal no tiene contenido. Las éticas formales están vacías de contenido, no se lo dan hecho desde fuera, se lo tiene que buscar cada uno desde dentro. No dicen lo que tienen que hacer sino únicamente señalan cómo tienen que hacerlo. Frente a los tres errores de la ética material, Kant propone una ética contraria:
A esta ley que la voluntad se da a sí misma la llama Kant el imperativo categórico:
Este imperativo no dice lo que hay que hacer sino únicamente cómo. La ética formal se basa en el deber y, para Kant, sólo son moralmente buenas las acciones por deber, en ellas no se actúa por ningún fin: es el deber por el deber.
Kant ha puesto de manifiesto la imposibilidad de la metafísica como ciencia, y, por tanto, la imposibilidad de un conocimiento objetivo acerca del alma, de Dios y de la libertad. Pero Kant no niega la inmortalidad del alma, ni la existencia de Dios. Lo único que dice es que no son objeto de conocimiento. No son objeto de conocimiento científico, sino que hay que admitirlos como postulados.
Los postulados son proposiciones que no son evidentes y no pueden demostrarse, pero que hay que admitirlos porque, si no, sería imposible cualquier afirmación. Este es el caso de las realidades metafísicas: